miércoles, 10 de noviembre de 2010

El albergue (Pañuelos de La Alhambra)

Esta noche derrama silencio
en la quietud aparente de las cosas
que siguen el curso vital.

Vuelve el agua a su cauce
y con ella la serenidad del hogar encontrado
tras noches de sirenas en vela
y cenizas derretidas.

Los guijarros de la luna
Encuentran reposo en los meandros del río
que lleva sus aguas al lago de seda y espejo
en donde los dioses construyen el templo de los Ulises
que regresan del mar.

La metáfora del mundo tiene un centro de sol y de luna
y el poeta invisible bate estelas de luz
sobre el barro adánico del pensamiento
que olvida de dónde viene
y busca saber adónde va.

El aliento brota en fuentes de fuego;
el lago duerme en el canto de las estrellas;
el ave pliega sus alas en el nido
y, sobre una rama de la vida,
el hombre encuentra en la noche
albergue para su ser.

Las luces de mi ciudad; de Pañuelos de La Alhambra

Qué brillantes son las luces de mi ciudad.
¿Te parecen hermosas?
Desde este cerro se vuelven castillos de colores:
azules, verdes, rojas, amarillas, blancas.
Todas cobijando ilusiones
como esta mía de pretenderte en mis ojos
compartiendo mi mirada,
repartiendo las luces debajo de estas estrellas.
Míralas, ¿te gustan?
Después de que las mires bajaremos a las calles
y respiraremos la noche entre la gente
regalando este aire que ahora me pertenece.
Antes de bajar, pasaremos por La Alhambra
para que bebas sus jardines y reposes en sus aguas
y puedas entender el encanto de un paseo en mi mirada.
Luego, al salón de libros y descanso
entrará por la terraza el galán de noche
y la noche será menos noche hablando contigo
hasta que mis ojos se cierren
acoplando el mundo a mi manera...

Sé que no puedes oírme,

pero quizá en este momento estés sintiendo
una inquietud extraña.